El empresario del corazon roto

Chapter 29: Todo



Chapter 29: Todo

Volver a la cabaña que mis padres me heredaron tiempo atrás es un sentimiento tan raro que no sé

como explicarlo. Recorrer sus pasillos, entrar a las habitaciones, ver el paisaje nevado desde el balcón

de la recámara principal y sentarme en la gran sala con la enorme chimenea, es una experiencia que

pensé jamás experimentaría de nuevo, ahora lo hago con Isabel que al entrar recorrió todo el lugar

con una sonrisa, dándole de nuevo vida y un significado diferente.

Me encuentro en la recámara principal colgando la ropa en el armario cuando escucho que alguien

toca la puerta.

―¿Puedo pasar? ― Escucho la voz de Isabel.

―Pasa, adelante.

Isabel escogió la recámara del fondo, la que tiene la enorme bañera y ese increíble ventanal que deja

ver parte del jardín, pudo haber escogido la que está justo al lado de la mía, pero supongo que quiere

poner algo de distancia, aunque últimamente nos es casi imposible de lograr, nuestros cuerpos se

atraen como dos imanes. Text © owned by NôvelDrama.Org.

Ella entra un poco tímida con el abrigo ya puesto y lista para salir. Recorre con la vista la habitación y

sonríe al ver el balcón.

―¿Todo bien? ― Pregunto saliendo hacia la recámara.

―Mi madre me habló, ya están todos en la casa y nos esperan.―Comenta.

―Perfecto, me pongo el abrigo y nos vamos.

Isabel se acerca al balcón y abre las puertas dejando que el frío entre a la habitación, luego sale para

ver el paisaje toma un poco de la nieve sobre el barandal y la avienta para el jardín. Me pongo el

abrigo y salgo a verla.

―¿Estás comoda? ― Pregunto.

―Mucho. Me gusta mucho la habitación, la casa en si.

―Me alegra.― Contesto.

Nos quedamos callados por un momento, sintiendo el aire frío que nos calma este calor que sé ambos

tenemos por dentro. Admiramos el paisaje ese hermoso tono de blancos que se muestra frente a

nuestros ojos entrelazados con el café de las copas de los árboles. Ella suspira.

―Recuerdo la primera vez que vi caer nieve.― Habla Isa rompiendo esta evidente tensión entre los

dos.― Tenía cinco años, mi padre nos levantó por la mañana para que saliéramos a la puerta de la

casa y la viéramos caer. La nieve estaba tan alta que cuando abrimos la puerta entró un poco a la sala

enfureciendo a mi madre.

―¿En serio? ― Contestó divertido.

―Sí, pero no nos importaba, era lo más hermoso que habíamos visto. Luego subimos y nos pusimos

la ropa más abrigadora que teníamos y salimos a jugar, recuerdo haber intentado hacer un muñeco y

jamás me salió. Entré toda frustrada a mi casa, llena de lodo en los guantes, toda mojada y llorando.

Me voltee con mi hermana y le grité ¡las películas de engañaron me dijeron que era más fácil! y jamás

lo volví a intentar.

Me río. Me imagino a la pequeña Isabel molesta porque el muñeco de nieve no había salido. Incluso,

moría por llegar a casa de sus padres y ver si tenían una foto de ella de pequeña, quería ver i desde

pequeña tenía esos ojos risueños que hoy miran directamente a los míos.

―A mi no me gusta la nieve.― Respondo.

―¿No?

Niego con la cabeza mientras la veo y le sonrío.― Es fría, moja la ropa y es resbaladiza. Cuando se

descongela hace que la gente se patine y los autos también.― Confieso.― Me gusta más la

primavera, con los árboles llenos de hojas, los pájaros surcando los cielos, el calor, me gusta más el

calor.― Le confieso.

―La primavera es bonita.― Contesta ella mientras me ve a los ojos.

―No sólo es bonita.― Respodo, y me recargó sobre el barandal con un brazo y luego tomo una de las

puntas de su cabello y lo enredo en mi dedo jugándolo.― Es alegre, suave, bella.― Murmuro y ella

sonríe. Mi mirada de nuevo se fija en sus hermosos labios que hoy vienen pintados de un ligero rojo.―

Es colorida.― Continuo.― Ligera... en pocas palabras, es perfecta.

Dejo de jugar con su cabello y subo mi mano hacia su rostro que se encuentra helado. Su nariz tiene

un ligero tono de rojo gracias al frío, acerco uno de mis dedos y con la yema acaricio ligeramente sus

labios provocando un poco de cosquillas en ella. Isa cierra los ojos cuando hago eso, lo hago

lentamente sintiendo esa suavidad que despiden, ella abre ligeramente la boca con si estuviera a

punto de lanzar un gemido por el placer que esto le produce. Me acerco a ella, inclino mi cabeza un

poco más hasta que mis labios quedan cerca de los suyos.― Tú eres mi primavera Isabel. ―

Murmuro.― Eres alegre.― Roso mi labios con los de ella.― Bella.― Y vuelvo a hacerlo.― Suave.

La beso y esta vez no me separo. Isabel comienza a mover sus labios a la par de los míos, siguiendo

mi ritmo tranquilo, sin prisas disfrutando cada sabor, la temperatura, su suavidad y sobre todo ese

deseo que yace en mí y no se quiere separar.

Todo es perfecto a nuestro alrededor, la nieve, el bosque, ese frío que nos permite acercarnos más ya

que ella ha vuelvo a recargar sus manos sobre mí pecho y yo a rodear su cintura con las mías. Debo

admitir que con Isabel he tenido los besos más increíbles de mi vida, y no es por comprar con Nadine,

pero con ella el paisaje, el momento, el ambiente siempre es el correcto, porque es lo correcto. Si no

es bajo la nieve en París, en medio de una pista de patinaje y es en este hermoso balcón con esta

vista que le quitaría el aliento a cualquiera.

Nuestros ojos siguen cerrados mientras ambos nos comemos los labios. Su lengua comienza a abrirse

paso y se entrelaza con la mía, animándome a besar así, algo nuevo para mi. El olor a jazmín vuelve a

mi y me transporta a ese pequeño lugar donde Isabel es mía, sólo mía, donde en mis sueños es una

reina embelesada y yo la admiro como nunca lo había hecho con nadie.

«¿Qué es lo que está pasando conmigo? » Pienso «¿Cómo pasé tan rápido de no desear nada a

desear todo con ella?»

Nos separamos poco a poco dándonos besos cortos hasta que volvemos a dejar ese pequeño hilo de

deseo entre los dos. Abro los ojos lentamente y puedo ver aún los suyos cerrados, disfrutando lo que

queda de este momento. Sonrío.

«¿Será posible todo lo que siento? ¿Ella lo sentirá también?»

Isabel abre los ojos y al verme los ojos le brillan y yo me veo reflejado en ellos. Ella se saborea el beso

frotando sus labios y yo hago lo mismo, en señal de que lo que Isa siente, lo siento por igual pero

¿qué es lo que siente?

―Isabel.― Me atrevo a decirle― ¿Te puedo preguntar algo?

Ella asiente.

―¿Qué sientes cuando me besas?

Isabel se sonroja y esquiva la mirada hacia el suelo. Yo levanto su rostro posicionando mis dedos por

debajo de su barbilla.― Mírame por favor... ¿qué es lo que sientes por mí? ― Insisto en un murmuro.

Sé que lo que me diga puede cambiar el rumbo de esto para siempre, ya sea para bien o para mal,

pero no aguanto más, ya no puedo esperar, la curiosidad me está matando, porque siempre he sido

una persona muy curiosa en todos los sentidos y ella me despierta mucha.

―Siento todo Quentin.― Responde al fin con los ojos brillando más que nunca.― Siento tanto que no

sé como canalizarlo a veces. Quiero huir pero quiero quedarme, quiero seguir pero a la vez parar... me

siento en este confín donde sé donde estoy parada y a la vez me siento en las nubes, tengo todo claro

y a la vez estoy confundida. Quiero llorar, quiero reír y a veces quisiera no volver a contestar tus

llamadas porque me digo a mi misma que volveré a caer, cuando en realidad, ya he caído, todo mi

mente es un caos, uno que he tratado de controlar desde la primera vez que me besaste .― Dice todo

tan rápido que sé le falta respiración.

El silencio se hace entre los dos. La confesión que ella me hizo me sonó a poesía pura, yo pensaba

que me diría un "Si" un "no" pero eso, jamás me espere que me dijera eso. Isabel y yo estamos igual

de confundidos y a la vez igual de seguros de todo lo que está pasando entre nosotros. Quisiera

pedirle que nos quedemos aquí, solos, que nos expliquemos lo que pasa, aclaremos, nos

confundamos juntos, pero sé que nos tenemos que ir, el motivo de este viaje no debe perderse.

Ella respira recobrando el aliento.― ¿Crees que podamos irnos ya? ― Pregunta.

―Vamos, pero después tenemos que hablar de esto ¿sí?

Isa asiente, lo hace viéndome a los ojos y luego sonríe.― Te lo prometo.― Contesta y luego sale del

balcón para atravesar la habitación e irse lejos de mi.

―Todo.― Murmuro mientras dibujo una media sonrisa.― Siente todo.


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